78 p. / 14 x 20 cm / Poesía Argentina / 1ra. ed., Rosario, Patas de Cabra, 2025.

ISBN 9786319090024

Se piensa con frecuencia a la escritora como caminante, paseante, viajera o quien contempla lo efímero para cazarlo en su vuelo, como gato en la medianera. "Mi casa es la escritura", escribió Peri Rossi. Mariana D'abaco también sabe que puede estar "entre cuatro paredes" blancas escritas.

lo Habitar la vida, habitar la casa, habitar la escritura. La acción es doméstica como existencial, donde un léxico preciso hace "incordio" I que urge es no postergar. La casa es un organismo vivo que nos pide constantemente y nos reprocha si nos entregamos al olvido. Los objetos están encantados y mientras se revelan entre sí, se vuelven símbolos o paralelismos de su habitante. ¿Podrán los gatos, el vino y las biromes convivir?

La casa es testigo o geografía de la "esperanza ilusa" y los despertares no se saben si salieron con el sol que descorcha el inicio o vacían el fin de un tiempo. Se rehabita la vida luego de perder algo que no volverá. Se vive en una pero también entre las otras casas, mientras "se hacen rutina los costos de la ceremonia". Pero llega un día, en el que cerramos la puerta con una de todas las espinas que dejamos en el cactus "y no quiero pensar en los pinceles/ que intentarán ocultar/las marcas que nos hicimos".

Regina Ramos

Las marcas que nos hicimos // Mariana D'Abaco

$14.000,00
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78 p. / 14 x 20 cm / Poesía Argentina / 1ra. ed., Rosario, Patas de Cabra, 2025.

ISBN 9786319090024

Se piensa con frecuencia a la escritora como caminante, paseante, viajera o quien contempla lo efímero para cazarlo en su vuelo, como gato en la medianera. "Mi casa es la escritura", escribió Peri Rossi. Mariana D'abaco también sabe que puede estar "entre cuatro paredes" blancas escritas.

lo Habitar la vida, habitar la casa, habitar la escritura. La acción es doméstica como existencial, donde un léxico preciso hace "incordio" I que urge es no postergar. La casa es un organismo vivo que nos pide constantemente y nos reprocha si nos entregamos al olvido. Los objetos están encantados y mientras se revelan entre sí, se vuelven símbolos o paralelismos de su habitante. ¿Podrán los gatos, el vino y las biromes convivir?

La casa es testigo o geografía de la "esperanza ilusa" y los despertares no se saben si salieron con el sol que descorcha el inicio o vacían el fin de un tiempo. Se rehabita la vida luego de perder algo que no volverá. Se vive en una pero también entre las otras casas, mientras "se hacen rutina los costos de la ceremonia". Pero llega un día, en el que cerramos la puerta con una de todas las espinas que dejamos en el cactus "y no quiero pensar en los pinceles/ que intentarán ocultar/las marcas que nos hicimos".

Regina Ramos